Día de los Novios...
- Mario Curuchet

- 16 sept
- 2 Min. de lectura
Nos vemos el sábado!!
Una relación en el calendario celeste.
El 20 de septiembre celebramos en Argentina el Día de los Novios. Al día siguiente, el 21, llega el equinoccio de primavera: ese momento único en que la luz y la oscuridad se equilibran y nos anuncian el inicio del florecimiento en el hemisferio sur.
No es sólo una coincidencia de fechas. día de los novios
En términos simbólicos, el amor y el equinoccio dialogan profundamente: la pareja puede entenderse como un microcosmos que busca su propio equilibrio, del mismo modo en que lo hace la naturaleza entre el día y la noche.
Diversas culturas antiguas reconocieron en los equinoccios momentos sagrados.
En el mundo maya, la pirámide de Kukulkán mostraba, en este día, el descenso de la “serpiente de luz”, símbolo de unión entre lo divino y lo terrenal.
En la Grecia clásica, la primavera era el regreso de Perséfone y con ella la fertilidad de la tierra.
Entre los celtas, el equinoccio marcaba el festival de Mabon, una instancia de agradecimiento por los frutos y de reconocimiento del equilibrio vital.
Celebrar el Día de los Novios en vísperas de este acontecimiento astronómico nos invita a darle un sentido más amplio: no sólo festejar un vínculo afectivo, sino comprenderlo como parte de los ciclos universales en el ritmo cósmico. El amor, como la primavera, es semilla que germina, equilibrio que sostiene y promesa de renovación.
Todo es posible en el ciclo de las estrellas!

Día de los novios
algo más romántico...
El 20 de septiembre celebramos el amor de los novios.
El 21, la primavera el día y la noche celebran su relación.
Ellos siempre fueron pareja.
Entre ambas fechas, el cielo nos recuerda algo:
que el amor florece cuando dos fuerzas
encuentran su equilibrio: distancia y tensión única.
El equinoccio iguala la luz y la oscuridad.
El amor iguala tus pasos y los míos.
Los antiguos veían en este instante un puente sagrado:
los mayas vieron descender la serpiente de luz,
los griegos celebraron el regreso de Perséfone,
los pueblos celtas agradecieron la cosecha.
Hoy, nosotros celebramos lo que sentimos,
no como un instante pasajero,
sino como parte de ese misma trama del universal,
retícula cósmica que florece, equilibra, integra y renace.
Amar es estar en sintonía con la primavera,
estar abierto a sentir que toda relación
es semilla que pide tierra, agua, sol y tiempo.
Nos vemos el sábado
Mario Curuchet



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